Las gotas de agua caen sin cesar escondiendo un tímido arco iris que se muestra en la lejanía y amenaza con pintar el cielo de colores. Suave y despacio, pintando un cuadro con pequeñas pinceladas de cristal que acaban cayendo en brazos equivocados y al final se cascan. Cada una con su propio camino que al llegar al suelo finaliza. Y siguen cayendo. Marcando un suave compás, como si de notas musicales se tratasen. De manera delicada, como un suspiro cargado de tensiones liberadas en milésimas de segundo que dan un aire triste a la ciudad. Barcelona pintada de gris.
A penas hay gente en la calle. Tan solo se oye el soplo del aire que en un intento fallido amaga con llevarse con todo con lo que se encuentra y el impacto de las gotas contra el suelo. Allí finalizan sus viajes, sus largas travesías, disolviéndose en el cemento y formando lo que pronto se convertirá en charcos. Todas las gotitas acaban en una misma charca. Acaban todas juntas, cansadas por el viaje. Quizá pronto vuelvan...
¿Que será lo que tiene la lluvia que nos atrapa?